Semana I
Introducción
Tiempo con Jesús en el Desierto

Al iniciar Jesús su misión, después de su bautismo en el Jordán, primero se retira al desierto para pasar cuarenta días en oración. Impulsado por el Espíritu Santo, en silencio y soledad, está solo con su Padre. Con frecuencia, durante su vida pública, repite este patrón. Se dirige hacia la montaña, a lugares solitarios, a las lomas que bordean el Lago de Galilea, para estar a solas con su Padre, para escuchar, para encontrar luz, comprensión y fuerza.
Nosotros también entramos dentro de este mismo ritmo con Jesús. La invitación para esta primera semana del retiro es de irse al desierto, al lago, a la montaña, a los lugares solitarios, para estar con Jesús, llevados allí por el Espíritu Santo, para escuchar, para encontrarnos con el Dios vivo.
Semana una Dia 1
En actitud orante lea la siguiente selección de las Escrituras:
Jesús en el desierto – Mateo 4:1-11
En actitud orante lea esta selección de los escritos del Padre Judge:
No tenemos una manifestación más clara de la santa voluntad de Dios que el que nosotros seamos santos. “Esta es la voluntad de Dios, su santificación” (1 Tes 4:3) “Santifíquese, sea santo porque yo soy el Señor su Dios” (Lev. 20:7). “Por tanto, sea perfecto, así como su Padre del cielo es perfecto” (Mt. 5;48). Oh pobre, vacilante aspirante a la santidad, ¿por qué dudas? Sí, sabemos que “el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil” (Gal. 5:17). Conocemos esta triple conspiración contra su alma, el mundo, la carne y el demonio, pero en toda esta depresión, contienda y tentación, no olvide las palabras de nuestro divino Dios, “Mi gracia es suficiente para usted”. (2 Cor. 12:9) Nuestros primeros pasos para subir a la montaña sagrada deben estar inspirados por nuestro ferviente deseo de que Dios nos hará santos como Él es santo. Incluso, nosllevará hacia su verdadera vida. Es para este fin que Él nos entregó a su amado y único Hijo y dijo: “Caminen delante de mí y sean perfectos.” (Gen. 17:1) La santidad consiste en creer y recibir las comunicaciones divinas de todo lo Santo y unirnos con El en amor e imitación. La perfección del alma consiste en estas tres cosas: iluminación de la mente, santificación del corazón y unión de nuestra voluntad con la voluntad de Dios.
El primer paso para ser santo es el deseo de ser santo. Tiene que ser un fuerte deseo de avanzar en santidad, deseo de imitar a los santos y deseo de hacer grandes cosas para el honor y la gloria del Dios Trino, deseo de vivir y morir por El. Cualquiera en algún camino de la vida que no esté actuando con este ferviente deseo está perdiendo su tiempo. Encontraremos el campo de la santidad dentro de las circunstancias de nuestra providencia diaria. La Santidad señala todas las cosas a nuestro final. (noviembre 1928).
Posibles preguntas para reflexión:
- Si “el primer paso hacia la santidad es el deseo de ser santo”, ¿cuáles son los deseos más profundos de su corazón cuando vaya a estar solo con Jesús en el desierto?
- ¿Cómo viene usted a esta experiencia de retiro? ¿Cuáles son sus luchas, sus temores y ansiedades, sus esperanzas, sus sueños, sus inquietudes?

Semana I
Día 2
En actitud orante lea esta selección de la Regla de Vida del Cenáculo Misionero:
- El Espíritu del Cenáculo es un Espíritu de oración. Reconocemos que únicamente una persona espiritual puede llevar una vida apostólica, y que no podemos ser espirituales sin la oración. Se les da un gran valor a los periodos de silencio y recogimiento. Debemos dedicar un tiempo apropiado cada día a la oración personal, meditación y lectura espiritual.
¿Qué es la “Regla de Vida” del Cenáculo Misionero?
Como vimos en la sección sobre “Para comenzar,” la Regla de Vida del Cenáculo presenta una senda hacia la santidad basada en la experiencia. No se trata de muchas “reglas”, sino de un espíritu. La Regla ofrece a una forma práctica, concreta para vivir el evangelio hoy ´– una espiritualidad apostólica o misionera para hombres y mujeres en cada camino de la vida. El prodigioso apóstol Pablo vio claramente la necesidad de tales ayudas y no dudó en recomendárselas a sí mismo y a los demás cristianos verdaderos:
Mis hermanos y hermanas, sean uno en el seguimiento de mi regla de vida. Sigan mi ejemplo, hermanos, y fíjense también en quienes siguen los ejemplos que les hemos dado (Fil 3:17).
La Regla resume la sabiduría compartida de miles de hombres y mujeres, laicos y religiosos, que han vivido como misioneros en medio del mundo. Sobresalen entre ellos personas como el Padre Thomas Judge, la Madre Bonifacia Keasy, y la Doctora Margaret Healy, quienes establecieron los fundamentos de esta forma de vida a principios del siglo veinte. Pero hay otros – amas de casa, adultos mayores, adultos jóvenes, hombres de negocios, carpinteros, trabajadores, hermanas, hermanos, sacerdotes – que han cimentado su vida sobre esta base por más de cien años. Han dado sus frutos en incontables actos de amor, fe y bondad al servicio de los abandonados y marginados de nuestra sociedad, “los pequeñitos”. La Regla refleja esta experiencia colectiva.

Posibles preguntas para reflexionar:
¿Quién ha sido más influyente en su vida de fe? ¿Cómo este individuo(s) tocó o formó su vida de fe? ¿Qué fue lo que de sus vidas le atrajo? Cuando piensa sobre su misión en la vida, ¿quién continúa siendo su modelo? ¿Qué cualidades en ellos le gustaría imitar?

Semana I
Día 3
En actitud orante lea esta selección de las Escrituras:
Aprendiendo a escuchar la Voz de Dios en el Silencio – 1 Reyes 19:3-12
En actitud orante lea esta reflexión de la Regla de Vida del Cenáculo Misionero:
“Un ardor Evangélico”
La Regla de Vida, en los 11 primeros párrafos, usa 11 veces las palabras “fuego” o algún otro termino relativo al “fuego”, “ardiente”, “encendido”, “llameante”. Es un símbolo central y dominante para comprender la visión espiritual de su contenido. A nivel de las Escrituras, la palabra “Fuego” es un símbolo poderoso también, cargado con una variedad de significados. Dios reafirma su promesa a Abraham, dándole la tierra prometida en medio de una oscuridad iluminada por “una humareda y una antorcha encendida” (Gen 15:17). Dios se le aparece a Moisés “en forma de llama o fuego”, “la zarza ardiendo” (Ex 3:2) y le da a conocer el sagrado Nombre. Moisés continúa escuchando la voz del Dios viviente hablando desde el corazón del fuego. (Dt 4:33) y su rostro resplandece con los efectos de esa comunión divina (Ex 34:29-30). En respuesta a esta elección divina, una llama perpetua permanece en el santuario del templo. “El fuego que consume el holocausto sobre el altar no se debe extinguir… Y un fuego que no se apaga debe siempre arder en el altar y no debe extinguirse” (Lev 6:5-6).
El clásico profeta de Israel, Elías, surge entre la gente “como fuego, su palabra
sale como una antorcha” (Eclesiástico 48:1). Para el profeta Jeremías, la Palabra de Yahvé “parecía ser un fuego ardiente en mi corazón, impregnado en mis huesos” (Jer 20:9; ver también Jer 23:29) por eso el soportó insultos y burlas. Yahvé permite que sus amados sean probados y fortalecidos con persecución y humillación “como el oro se
pasa por el fuego” (Eclesiástico 2:4; ver también Dn 3). La fuerza de ese amor puesto aprueba, sin embargo, es invencible, ningún poder o fuerza puede derrotar a una persona de probada fidelidad. (Cantares 8:6).
Jesús bautizará a sus escogidos con esta fuerza dinámica de amor, con el Espíritu Santo y con fuego (Mt 3:11). Dio su vida “Vine a traer fuego a la tierra, y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo” (Lc 12:49). El fuego de Pentecostés es una manifestación de su regalo sobre los primeros apóstoles y toda la Iglesia (Hechos 2: 1-13). Este fuego revive, fortalece, prueba y purifica a aquellos cuyos corazones están abiertos para recibirlo. Los corazones de aquellos que escuchan la Palabra y abren sus corazones al escucharla (Lc
24:32). Este es el fuego apostólico, el “fuego blanco de la caridad”, el celo que consume y caracteriza al apóstol y al misionero. Es el fuego de Dios, el Espíritu Santo. Es el corazón de la vocación del Cenáculo Misionero.

Semana I
Día 4
En actitud orante lea esta selección de las Escrituras:
Jesús y la oración – (Lucas 9:28-36)
En actitud orante lea esta reflexión sobre la vocación misionera:
Un regalo total de sí mismo
El Antiguo testamento tenía muchos tipos de sacrificios: la “ofrenda de paz” (un tipo de alimento sagrado), la “ofrenda de pecado”, la “ofrenda del cereal” y otras. Sin embargo, lo más relevante era el holocausto, en el cual el animal ofrecido como víctima era totalmente consumido por las llamas en el altar de sacrificios: no quedaba nada. Pero primero, la persona que ofrecía el sacrificio tenía que “colocar sus manos sobre la cabeza de la víctima” para demostrar su unidad con la ofrenda (Lev. 1:4). De esta manera, no solo se ofrecía el animal, sino también la vida del individuo que hacía la
ofrenda se presentaba a Yahvé. Luego, después de matar al animal, el sacerdote “lo quemaba todo sobre el altar. Este holocausto sería una ofrenda quemada y la fragancia llegaría hasta Yahvé”. (Lev 1:9). La naturaleza total de la ofrenda o regalo era lo más característico del holocausto. El fuego ardiendo constantemente sobre el altar del santuario en Jerusalén sería un recordatorio constante para el pueblo de la totalidad de su compromiso con el único y solo Dios. (Lev 6:5-6).
En el Nuevo Testamento, toda esta rica y sensual imagen le da sentido a la
realidad del encuentro directo de la mujer y el hombre con el Dios viviente. Ya no es más un “fuego flamante o una sombría oscuridad, o una tormenta, o el trueno atronador de una gran voz que habla” (Heb 12:18-19) que hemos descubierto. Más bien nos hemos acercado “a la ciudad del Dios viviente, la celestial Jerusalén”, “a Jesús el mediador que trae un nuevo pacto y una sangre para la purificación que suplica más insistentemente que la de Abel”. (Heb 12:22, 24). Lo que los santos profetas del Antiguo Testamento sabían sólo en signo y símbolo, nosotros lo hemos recibido en su totalidad: Se nos ha concedido la posesión de un reino inquebrantable. Mantengamos entonces la gracia que se nos ha dado y usémosla para adorar a Dios de la manera que El encuentre aceptable, con reverencia y temor. Porque nuestro Dios es un fuego que se consume. (Heb 12:28-29).
Posibles preguntas para reflexionar:
¿Cuán intenso es mi amor por Dios? ¿Por otros, especialmente aquellos que no son atractivos o nos resultan difíciles para relacionarnos con ellos? ¿Qué estoy dispuesto a hacer por el amor de Dios? ¿Cómo vivo mi relación con Dios y ellos?

Semana I
Día 5
En actitud orante lea esta selección de las Escrituras:
El poder de la oración y la necesidad de mantenernos en oración – Lc 11:1-1
En actitud orante lea esta reflexión sobre la vocación misionera:
Amor sacrificado
Para el padre Judge, no hubo “medias medidas” en nuestra relación con Dios.
Aunque siempre instó a la compasión infinita y la paciencia con los hombres y mujeres pobres que buscan encontrar el camino de regreso a Dios, entendió la noción de un
“Dios celoso” (Dt 4:24) que no arrinconó a ningún rival por nuestro afecto, devoción y amor. Como cualquier amante verdadero, Dios nunca estaría satisfecho con nada menos
que la plena devoción de nuestro corazón.
La vocación misionera fue un llamado para convertirse en un regalo completo, una ofrenda total sobre altar del amor por amor al Bien amado. Este fuego de amor consume a la víctima, pero su vida se convierte en una ofrenda fragante al Corazón Divino. Nada lo separa del Amado; ningún sacrificio es demasiado grande. Sin embargo, no debe temerse tal sumisión total, ya que “te he llamado por tu nombre, eres mío. Porque yo soy Yahvé, tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador” (Is 43, 1-3).
Para el padre Judge, la consigna de los misioneros debe ser “¡sed! ¡sed! ¡sed! mis queridos hijos, por las almas. ¡Olvida todas las cosas! ¡Aguanta todo! ¡Sufre todas las cosas! ¡Sacrifica todas las cosas! “Tal servicio, un servicio generoso hasta el sacrificio, es la marca de la verdadera adoración y prueba de las bendiciones y el favor de Dios sobre Sus siervos”. El seguidor de Jesús debe estar dispuesto a “abandonar todas las cosas por el amor de Cristo. Es tan difícil.” ¿Cómo es posible? “Requiere oración. La oración loobtendrá por ti “.
Solo en el don pleno y total de uno mismo al Amor Divino – las esperanzas,
sueños, expectativas, temores, preocupaciones, ansiedades – se descubrirá la verdadera Vida: “Porque cualquiera que quiera salvar su vida la perderá; pero cualquiera que pierda su vida por causa mía y por causa del evangelio, la salvará” (Mc 8, 35; ver también Mt 16:25; Lc 9:24; Jn 12,25). Esta es la Vida y el Llamado del misionero. Como el Maestro en el Calvario, sus vidas se convierten en una ofrenda, “una” víctima “totalmente consumida por el fuego del Amor, una” fragancia dulce, el sacrificio que Dios acepta y encuentra agradable “(Fil 4:18).
Posibles preguntas para la reflexionar:
¿Hay cosas o personas o comodidades a las que me aferro? ¿Quiénes son? ¿Qué son?
¿Pongo condiciones a mi amor por Dios? ¿Cuáles son esas condiciones? Si tuviera que
tomar mi “temperatura espiritual” en este momento, ¿cuál sería? ¿Por qué?
Llegando al Cierre

Semana I
Día 6
Se sugiere que este día se use para revisar la oración, las ideas y la experiencia de los cinco días anteriores. Regresa, especialmente, a los momentos o lugares en tu oración donde te has sentido especialmente consolado, desafiado, atribulado, reafirmado. Pídele al Espíritu Santo que te muestre cómo Dios te está hablando a través de estos sentimientos, ideas y pensamientos. Tómate unos minutos para escribir o expresar de alguna manera: dibujo, arte, música, tus reflexiones sobre la semana.
Semana I
Día 7
Pasa unos momentos en contacto con la persona que te acompaña en los
Ejercicios Espirituales. Esto puede incluir reflexiones escritas por correo electrónico, teléfono o en persona dependiendo de las circunstancias. Trata de ser tan honesto y abierto con tu compañero espiritual tanto como sea posible para que, juntos, puedan comprender con más claridad el movimiento y los impulsos del Espíritu Santo en la experiencia de los Ejercicios Espirituales.