Ejercicios Espirituales Cenáculo Misionero

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Primera Semana: Encontrando el Amor de Dios Trino
  1. Primer Día – En el Desierto con Jesús
  2.    Segundo Día: Fuego sobre la Tierra: El carisma del Cenáculo Misionero
  3.    Tercer Día: El amor de Dios Trino para con nosotros.
  4.    Cuarto Día: La presencia salvífica y amorosa de Jesús con nosotros.
  5.    Quinto Día: El poder transformador del Espíritu
  6.    Sexto Día: El espíritu de la misericordia y de la compasión
  7.    Séptimo Día: Llamados a seguir a Jesús
  8.    Octavo Día: Llamados y consagrados en Familia para la misión.

Como se hacen los ejercicios espirituales

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El Método-LECTIO DIVINA

Antes de comenzar el tiempo de oración –

            Reza al Espíritu Santo, pidiendo que él te guíe en tu oración. Pide una gracia particular: por ejemplo: “Dios concédame la gracia de un conocimiento intimo de nuestro Señor Jesucristo, para amarlo más y servirlo mejor”.

Durante el tiempo de oración —

Leer  (Lectio) uno o más de los pasajes de las Sagradas Escrituras. También puede usar la Regla de Vida, o las Meditaciones del P. Judge.

Leas lentamente y en voz alta para escuchar con los oídos lo que el Señor pueda estar diciéndote. Aunque es un texto muy familiar, seas abierto a la posibilidad de que el Señor puede comunicarte algo nuevo. Releer el texto lentamente, pausando cuando algo te pega – sea de una manera bien o no muy bien.

Reflexionar (Meditatio) en el contenido de la lectura. ¿Hay algo en particular que te llama la atención? ¿Algo que no está claro? ¿Algo que te incomoda o te inquieta? ¿Qué esta diciéndote el Señor precisamente en este momento de tu vida?

[Si es de ayuda, utiliza tu imaginación a colocarte en el escenario que se presenta en la lectura.  Ve lo que está pasando.  ¿Quiénes son los personajes?  ¿Qué están haciendo, diciendo?  ¿Cuáles son los olores, los sonidos?  Utiliza todos tus sentidos. ¿Dónde estás tu?  Deja que tu imaginación te lleve a relacionarte con las personas, el escenario. Qué está pasando?  ¿Cuáles son tus sentimientos?]

Hablar  (Oratio) con Dios sobre lo leído, pensado, cuestionado, experimentado. Compartir tu parecer con Dios sobre la lectura o el escuchar de estos pasajes bíblicos. Es posible expresar a Dios una gama completa de emociones y sentimientos: esperanza, gozo, consuelo, agradecimiento, coraje, arrepentimiento, adoración. Lo importante es ser lo más honesto posible en abrir tu corazón a Dios.

Sentarse en el silencio. (Contemplatio) A veces nos preocupamos tanto por hablar con Dios que no le damos a Dios la oportunidad para hablar con nosotros. Dios nos dirige la Palabra desde el silencio y desde la tranquilidad. Descanse un poquito. Luego, en caso de que te sobra tiempo, vuelve a comenzar el proceso:   leer, pensar, hablar, sentarse en el silencio.

Repaso de la Oración

Al terminar el tiempo de la oración, toma 10 o 15 minutos para hacer un repaso de tu experiencia de oración. Pida al Espíritu Santo que le enseñe lo que verdaderamente ha experimentado, sentido, pensado, rezado durante el tiempo de oración.Escribe en un diario lo que ha escuchado y experimentado, sea lo que sea.

Día Primero

En el Desierto con Jesús

Al comenzar su misión, después de su bautismo en el Jordán, Jesús va primero al desierto para estar en oración por cuarenta días. Llevado por el Espíritu Santo, en silencio y soledad, se encuentra con el Padre. Frecuentemente, durante su ministerio público, Él repite este patrón. Va a la montaña, a lugares solitarios, a las colinas que rodean el lago de Galilea, para estar a solas con el Padre, escuchar, buscar iluminación, entendimiento y fortaleza.

Como misioneros, entramos también en el mismo ritmo de Jesús. La invitación en este primer día de retiro es ir al desierto, al lago, la montaña, a lugares solitarios, para estar con Jesús: llevados por el Espíritu Santo, para escuchar y encontrar al Dios viviente.

La Gracia Que Pedimos: Impulsado por el Espíritu,  estar a solas con Jesús  para escuchar al Dios viviente.

Material de Reflexión

A. De La Regla de Vida

      17. El espíritu del Cenáculo es un espíritu de oración. Reconocemos que sólo una persona espiritual puede vivir una vida apostólica y que no podemos ser espirituales sin la oración. Se atribuirá un gran valor a los períodos de oración en silencio y a los de recogimiento. Hemos de dedicar a diario un tiempo adecuado para la oración personal, para la meditación y para la lectura espiritual. Nuestra lectura ha de incluir los escritos del Cenáculo Misionero y siguiendo nuestro lema, sentire cum ecclesia, hemos de reflexionar, en espíritu de oración, sobre los documentos de la Iglesia.

      18. Cada cierto período hemos de dedicar un tiempo más prolongado a la oración y a la reflexión. Cada uno ha de hacer un retiro espiritual anual. Para ser más receptivos a la luz e impulso del Espíritu Santo en el seguimiento de Cristo, se recomienda  el procurar recibir dirección espiritual.

      De La Regla de Vida del Apostolado de Cenáculo Misionero

      18. Periódicamente hemos de dedicar un tiempo más prolongado a la oración y a la reflexión. Cada uno ha de hacer un retiro espiritual anual. Para ser más receptivos a la luz e impulso del Espíritu Santo en el seguimiento de Cristo y en nuestra formación continua, se recomienda

B. De la Palabra de Dios

Jesús en el desierto – Mateo 4:1-11

Escuchando la voz de Dios en el silencio – 1 Samuel 3:1-11

Jesús nos enseña a orar con toda sinceridad –Mateo 6:5-8

El poder de la perseverancia en oración – Lucas 11:5-13

C. De los Escritos del P. Tomás Agustín Judge, C.M.

1. Artículo en “THE HOLY GHOST MAGAZINE [“Revista El Espíritu Santo”],Noviembre 1928

            No tenemos manifestación más clara. . . de la voluntad de Dios que la de que hemos de ser santos. “Esta es la voluntad de Dios: tú santificación” (1 Tesalonicenses 4, 3). “Santifíquense pues y sean santos porque yo soy Yavé, el Dios de ustedes” (Levítico 20, 7). “Por lo tanto, sean  perfectos como es perfecto su Padre que está en el cielo” (Mateo 5, 48). O, pobre y titubeante aspirante a la santidad, ¿por qué vacilas? Sí, sabemos que “sin duda el espíritu lo desea, pero la carne es débil” (Mateo 26, 41). Puedes aun estar de acuerdo con San Pablo: “No haces las cosas que debes” (Gálatas 5, 17). Sí, sabemos de esa conspiración triple contra tu alma: el mundo, la carne y el demonio, pero en todas estas depresiones, luchas y tentaciones, no olvides las palabras de nuestro Divino Señor: “Mi gracia te es suficiente” (2 Corintios 12, 9).

            Cuántos de nosotros hemos perdido casi la noción de que, a pesar de que estamos en la tierra, pertenecemos a un orden sobrenatural y lo sobrenatural y lo natural deben de estar unidos en la  vida de un verdadero cristiano, tal como el alma está unida al cuerpo. Nuestros primeros pasos para ascender la santa montaña deben estar inspirados en la realización de que Dios quiere que seamos santos como Él es santo. En realidad, Él desearía que viviéramos igual que Él. Por eso los entregó su Hijo bien amado (y dijo): “Camina en mi presencia y trata de ser perfecto” (Génesis 17, 1).

            La santidad consiste en creer y recibir las comunicaciones divinas del que es Todo Santo y en unirnos a Él en amor y en imitación. La perfección del alma consiste en estas tres cosas: iluminación de la mente, santificación del corazón, y unión de la voluntad con la voluntad de Dios. El primer paso a seguir para llegar a ser santo es el desearlo. . . Debe ser un deseo fuerte. . . un deseo de progresar en santidad, de imitar a los santos, de hacer grandes cosas por el honor y la gloria del Dios Trino, del deseo de vivir y morir por Él. El que no actúe desde la situación en que se encuentre su vida, no se motive con genuino deseo, está perdiendo el tiempo . . .

            Luego debe existir en su mente algún patrón de perfección. Ahí es donde los santos pueden auxiliarnos, esos favoritos de Dios y verdaderos héroes de la raza . . . Familiarícense con los santos. Conózcanlos, ámenlos, entiéndanlos, hablen con ellos. Lean sus vidas. Las vidas de los santos tienen mucho poder sobre las almas.

            Encontraremos el campo de la santidad en las circunstancias de la providencia diaria. La santidad refiere todo a nuestro fin.

            Los que están consagrados al servicio de Dios en la santa religión son favorecidos. Sus vidas y las gracias que reciben le proveen una gran ventaja sobre sus hermanos en el mundo. Nosotros, que estamos consagrados a Dios, debemos estar atentos, no sea que el laicado se levante en el último día en juicio contra nosotros . . . El Espíritu Santo es el Santificador.

Invóquenlo. Sean fieles a sus luces y a sus santos impulsos. [MF 11608-9]

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Día Segundo

Fuego sobre la Tierra: el Carisma del Cenáculo Misionero

En su bautismo en el Jordán, Jesús profundiza la conciencia de su misión: ser el Hijo amado, el siervo sufriente que traerá salvación para toda la humanidad. Con esta profundidad de conciencia sobre su vocación, Jesús entra en la soledad del desierto. Allí encuentra al Padre. Este encuentro clarifica, fortalece, dará dirección a su llamado.

De modo semejante, nosotros también entramos en este encuentro con el Dios viviente, muy conscientes de nuestra vocación, del llamado que hemos recibido para ser Siervos Misioneros de la Santísima Trinidad. En este tiempo a solas con Jesús, oramos también para que lleguemos a una nueva, más rica y profunda apreciación, entendimiento y amor de nuestra vocación misionera. Es lo que somos, en lo que nos hemos convertido por el don del Espíritu Santo.

La Gracia Que Pedimos: Un amor más profundo de nuestra vocación del Cenáculo Misionero.

Material de Reflexión

 A. De La Regla de Vida

1.  Nuestro Señor albergó en su corazón el gran deseo de crear un espíritu, un espíritu misionero, un ardor evangélico que se extendiera por el mundo entero. El vino a prender fuego en el mundo, y quiso que éste ardiera (Lucas 12,49). El Espíritu Santo encendió este fuego en nuestros corazones. Ésta es nuestra herencia: el espíritu apostólico, el espíritu de los Evangelios, el  espíritu católico. El espíritu del Cenáculo es caridad, caridad ardiente.

B. De la Palabra de Dios

El  fuego del amor de Dios por los oprimidos – Ex 3:1-6

El fuego del amor apasionado  – Lucas 12:49-50

Este amor es dado como don y recibido como don  – Romanos 5:5-21

Este amor apasionado inspira intimidad con Dios y nos capacita para la misión – Romanos 8:31-39

C. Del P. Tomás Agustín Judge, C.M.

1. Conferencia a la Familia del Cenáculo, Reunión de Pentecostés (31 de mayo 1924):

            En muchas ocasiones nuestro Señor reveló lo que estaba en su divino corazón, lo que agitaba su mente adorable. Nos comunica que vino a encender fuego en la tierra y que era su voluntad que ese fuego se esparciera. Era un deseo que estaba muy cerca de su corazón — crear, desarrollar un espíritu, un espíritu misionero, un espíritu evangélico, un espíritu que ardiera por todo el mundo. No le ponía límites a su mensaje, era válido para todas las gentes, para todos los tiempos, para todos los lugares.

Para proteger este mensaje, para asegurarse de que llegara dónde debía llegar, nuestro Señor enseñó y entretejió en el corazón de sus seguidores su propio y adorable espíritu. Protegió ese espíritu con virtudes evangélicas. Dio mucha importancia al sacrificio. Proclamó que una condición para llegar a ser discípulo era agarrar el madero de la cruz. Prometió las recompensas más extraordinarias a los que se agotaran de cansancio por Él. Se opuso a todas las consignas de la sabiduría humana cuando dijo: “El que procura salvar su vida la perderá, y el que la pierda por amor a mí la hallará” (Mateo 10, 39), queriendo decir que Él derramaría vida, salud, espíritu y vigor sobre los que se olvidaran de sí mismos por amor a Él, los que se volvieran indiferentes a los dolores del hambre, a los que no les importara las enfermedades; mientras que les quitaría la vida a los que buscaran lo fácil, la comodidad y una vida larga a expensas de los intereses de Dios.

Prometió el ciento por uno como recompensa a los que laboraran, se esforzaran y se afanaran en su nombre, de hecho nuestro Señor impulsó a sus seguidores y a los que siguieran a sus seguidores, la promesa de que brillarían como estrellas por toda la eternidad, (Cf. Daniel 12, 3) y que se convertirían en faros en todas las formas concebibles. Lo mejor de sus ofertas lo prometió a los que enseñaran en su santo nombre. Amontonó maldición sobre maldición sobre los que escandalizaran a un niño y bendición sobre bendición a los que dieran el buen ejemplo.

Nosotros somos los herederos de todas esas promesas . . . La organización que tiene más probabilidades de heredar esas promesas es la de ustedes, la del Cenáculo. Existe un espíritu del Cenáculo, (pero) el espíritu del Cenáculo no es nada más que el espíritu católico. No habrá progreso en los asuntos de la Iglesia, no importa lo generosa que sea la gente, no importa lo que planifiquen los arquitectos de grandes basílicas para embellecer las casas de Dios. Los obispos pueden publicar cartas pastorales, los sínodos puedan reunirse, pero si no hay un espíritu católico, todo carecerá de valor.

El espíritu católico es el fuego que el Señor vino a traer al mundo. Es el fuego del Sagrado Corazón, es celo. El celo es la llama ardiente de la caridad…   

A lo largo del Evangelio nos encontramos a nuestro Señor empleando las almas como instrumentos para hacer el bien. El gran misterio de la Encarnación, comienzo de su vida en este mundo, atestigua sobre el hecho de que un intermediario humano puede participar en una obra divina.

Entiéndase que es la voluntad del Señor que este fuego se extienda y que se propague a través de ustedes y que ustedes puedan dar gracias a Dios por haberlos escogido. Sin duda alguna esto debe hacerlos sentir un gozo santo y un inmenso placer al pensar que ustedes han sido escogidos por el Todopoderoso, que su Espíritu Santo ha de arder en el interior de ustedes en beneficio de otros y que ese Espíritu se comunicará a otros a través de ustedes.

¿Cómo ha de lograrse esto? Ustedes deberán ser la inspiración para otros en cuanto a este espíritu del Cenáculo Misionero. No hay ningún problema con extender . . . el espíritu del Cenáculo. El único problema es preservar en el corazón de ustedes el espíritu del Cenáculo. El programa y los métodos del Cenáculo están ya establecidos, ustedes ya tienen sus reglas, (desempeñan) las obras diversas: El gran problema es éste: estar en armonía con el espíritu del Cenáculo.

¿Qué es el espíritu del Cenáculo? ¿Cuál es el espíritu de nuestro Señor? ¿Qué es el espíritu apostólico? ¿Qué es el espíritu misionero? ¿Qué es esta fe que obra a través de la caridad? Es el espíritu. Ese es el espíritu del Cenáculo. No es ningún espíritu que se haya inventado en los tiempos modernos. No es un espíritu que se ha producido mediante métodos nuevos de eficacia. Es el espíritu del evangelio. Es la caridad ardiendo al máximo. Es el aliento del Espíritu Santo. Es el dulce aroma de Jesucristo . . . Esta es la vocación de ustedes. Ante todo, ustedes han sido llamados a incorporar ese espíritu en sus propias vidas para que sus corazones ardan en Él y después han de propagarlo, esa es la misión de ustedes, propagarlo, esa es su misión.

El espíritu del Cenáculo procedió del Espíritu Santo. ¿No es esto algo hermoso? Cuando, con pureza de intención y sin ningún otro propósito que el pensamiento de Dios, celo por la religión y por sus intereses, amor a la Iglesia y el deseo de hacer algo por las almas, cuando yo afirmo que somos impulsados e inspirados, cuando eliminamos lo personal hasta donde podemos, cuando nos ponemos en presencia de Dios y acudimos al Espíritu Santo, cuando todo eso sucede como sucede ahora durante la semana de Pentecostés, en la víspera del domingo de la Trinidad, yo quiero creer que es Dios que nos bendice. Veo la mano de Dios que escribe en la pared favoreciéndonos. Yo veo la bondad de Dios al agruparnos juntos, entiendo que Él quiere bendecirnos, que quiere utilizarnos…

Este es el ejercicio de Pentecostés más agradable. La liturgia de la Iglesia está repleta de oraciones al Espíritu Santo y tenemos aquí una agrupación que ha tenido una devoción especial al Espíritu Santo por años y años y que está dedicada a propagar esa devoción y que es conocida en la Iglesia . . . como el Cenáculo Misionero. Tenemos, pues, razón para creer que el Espíritu Santo desea bendecirnos. Esa bendición ha de ser nuestra si mantenemos el celo por el espíritu del Cenáculo.  [MF 8477-79

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Día Tercero

El Amor de Dios Trino para con nosotros

En soledad con Jesús en el desierto, comenzamos a experimentar cuan amados somos por Dios. El Padre nos manifiesta su corazón de amor, ternura, compasión y misericordia. El Hijo nos revela la profundidad de este amor, total, incondicional, de entrega y sacrificio. El Espíritu Santo se mueve íntima y dinámicamente para renovar todas las cosas, refrescar, darnos nueva energía y orar con y por nosotros de una manera que no podemos entender.

A medida que esta conciencia se profundiza en nosotros, nuestro ser es bañado con una vida y luz sanadora y transformadora. Esta es la buena noticia que con el poder del Espíritu Santo, podemos compartir con toda la creación como siervos y amigos y como los amadísimos de la Santísima Trinidad.

La Gracia Que Pedimos: Un conocimiento intimo del amordel  Padre, Hijo y Espíritu Santo para conmigo ypara con la Familia del Cenáculo Misionero

Material de Reflexión

A. De La Regla de Vida

      3.   Por la manera en que vivimos nuestras vidas como Siervos(as) Misioneros(as) (como Laicos Misioneros del Cenáculo aspiramos ante todo glorificar al Dios Trino. Seguimos las huellas de los apóstoles, quienes llenos del Espíritu Santo, salieron del Cenáculo a propagar por todas partes el conocimiento y el amor de Jesús. Vivimos y laboramos para que el nombre del Señor sea santificado, para que venga a nosotros su Reino y para que se haga su santa voluntad (Mateo 6,9-10).

B. De la Palabra de Dios

El bautismo de Jesús nos revela el Dios Trino – Marcos 3:13 -17

La mano providente de Dios Padre – Mateo 6:24-34

El Hijo es la imagen del Padre y el Camino al Padre – Juan 14:1-7

Jesús nos prometió enviar al Espíritu, el don del Padre – Juan 14:12-21

C. Del P. Tomás Agustín Judge, C.M.

1. Carta Conferencia a los Siervos Misioneros, 31 diciembre 1928 y Carta a Joachim Benson, S.T., 6 enero 1932.

            Hoy debemos presentar, en el Santo Sacrificio de la Misa, nuestra acción de gracias al Dios Trino por sus bondades y sus mercedes para con nosotros, especialmente durante el año pasado. Sus gracias y bendiciones, espirituales y temporales, han sido innumerables. No podemos ni empezar a darle gracias suficientes. ¡Qué inadecuados son el aprecio y la respuesta que le ofrecemos!

            Ha habido un constante flujo de gracia a través  del Cenáculo y de la alegría y la paz que provienen de la ejecución de las obras corporales y espirituales de misericordia. Tenemos una gran deuda de gratitud por todas esas gracias ocultas otorgadas a nuestras almas.

            (Esperemos que en este primer día del nuevo año) los ángeles de Dios nos divisen más altos en la montaña. Vamos a refrescar nuestras almas con el pensamiento de que quizás nuestros hermanos celestiales han de tomar nota de un aumento de santidad en nosotros.

            Cuán agradecidos debemos estar que Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo nos conceden las gracias necesarias para ser siervos, Siervos Misioneros, que se nos permite familiaridad e intimidad con los sagrados misterios. Es tanto así como si fuéramos miembros de la familia en el hogar de la Sagrada Familia . . . Encomiendo a ustedes, mis queridos hijos, que desglosen en sus propias mentes, motivos para la acción de gracias. Ustedes mismos pueden sumar y multiplicar razones indefinidamente para el gozo, la alegría y el agradecimiento en el Señor . . .

            El agradecimiento supone aprecio. Se empeña en buscar cómo y de dónde han venido los favores y en reconocer que algún tipo de manifestación externa debe hacerse para demostrar los sentimientos internos que abrigamos para la acción de gracias. Definitivamente apreciamos esos favores y es por eso que nos esforzamos por ser agradecidos. Nos damos cuenta de dónde provienen y lo mucho que significan en cuanto al amor de Dios para con nosotros. Lo importante ha de ser la respuesta que damos.

            ¿Qué vamos a hacer el año entrante. . . para demostrar, para manifestarle a Él, fuente de todo don, un corazón bueno y agradecido? La respuesta debe ser individual y personal. Puede versar alrededor de nuestra práctica. Puede que nos obligue a levantarnos más temprano por las mañanas. Puede que nos impulse a ser más celosos en nuestras oraciones de la mañana y en nuestra meditación, más alertas y eucarísticos en la capilla y en el altar. . . Puede que incremente el amor fraternal en nuestras relaciones de unos con otros. Puede que se nos descubra con más celo o que nos esforcemos por adquirir un mayor conocimiento del valor del alma humana que nos obligue a olvidarnos de nosotros mismos para pensar más en Dios y hacer más por su honor y su gloria. En otras palabras, esa manifestación puede significar una mayor piedad, o celo, o caridad fraternal, o sacrificio (1).

            Que su nuevo año sea uno lleno de bendiciones y alegrías, un año en que se encuentren más y más sembrados en la fe y en la confianza en Dios, cuya providencia cuida de la hoja de hierba seca en el campo, del paso del animal en la maleza y del aleteo del residente más pequeño en el mundo de las aves (2). [MF10820]

2. Carta a la Hermana Isolina Ferré, M.S.B.T. (14 Julio 1933)

            Dios es el gran diseñador. Mira a tu alrededor, lee, infórmate sobre los designios que lleva a cabo en los cielos, en los mares, en la tierra. ¡Qué movimiento exhiben! ¡Qué diseño, qué plan el de su universo! Sería un excitante y placentero ejercicio para los amigos de este infinito ser de belleza, bondad y poder, discutir cuál de sus designios le gusta más o cuál es el más hermoso. La opinión, sin duda alguna, variará de acuerdo al que la ofrece, pero de seguro que han de estar de acuerdo en esto, que en nada, ni en ninguna parte se muestra este diseñador todopoderoso más maravilloso que en la disposición de la divina providencia y en el plan de vida de cada una de sus criaturas creadas a su imagen y semejanza.

            Aplica esto a tu realidad, mi amada hija. El Todopoderoso Diseñador tiene un plan de vida para ti y en cada uno de los días de tu misteriosa providencia, ésta entreteje todo esto en una obra de belleza incomparable, para su honor y gloria, para tu éxtasis eterno y para el bien de tu prójimo. Esto lo puedes ver en los otros. Los otros lo ven en ti. Lo puedes ver en los siervos de Dios y ellos te ven a ti entretejida en un diseño exquisitamente celestial, divino.

            Pero, en esto surgen preocupaciones. ¿Puede algo o alguien interferir o dañar el diseño? Hay peligro de interferencia, de gran ruina y este peligro proviene, sobretodo, de nosotros mismos. Nos impacientamos con los caminos de Dios. Nuestros deseos caprichosos y nuestra ansiedad intranquila murmuran ante las restricciones necesarias que el modelador divino impone y, perversa e inclusive alocadamente a veces, deseamos otro diseño, un diseño que sea nuestro. Qué pena si nuestra perversidad prevalece. Te das cuenta pues, del valor de ser pacientes. Qué bella doctrina nos proveyó el divino Señor, qué gozo secreto al enseñarnos, “A cada día le bastan sus problemas” (Mateo 6, 34).

            El tema del maravilloso diseño de tu vida se está empezando a vislumbrar. Es abrumadoramente hermoso. Hace que uno se asombre. Me pregunto si tú misma puedes percibirlo. Date cuenta de que hay una hermosa providencia que está trabajando en tu vida. Puedes empezar a seguir la huella, agarrada de la mano del artista divino. [MF 10774]

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Cuarto Día

La Presencia Salvífica y Amorosa de Jesús con nosotros

Hoy nos tomamos el tiempo para estar verdaderamente a solas con Jesús, contemplarlo, ver cómo el actúa, cómo siente, qué lo hiere y lo hace sufrir. Jesús es nuestro amigo y desea que nosotros seamos sus amigos, y así Él desea ––más que nada — revelarnos su propio corazón. Nuestra invitación es a este conocimiento personal de Jesús, un conocimiento que nos inspirará un amor profundo y servicio de auto entrega en correspondencia a su amor.

Por ahora, el énfasis es observar, ver, mirar profundamente en el corazón, mente y espíritu de este Hombre-Dios, la revelación esplendorosa de Dios. Esta contemplación conduce al conocimiento, éste conduce al amor y el amor al servicio: ésta es la gracia del día, el conocimiento de Jesús el Cristo.

La Gracia Que Pedimos: Un conocimiento íntimo de Nuestro Señor Jesucristo para amarlo más y servirlo mejor.

Material de Reflexión

A. De la Regla de Vida

      10. Hemos de tener un amor personal a Dios Padre, a su Hijo Jesucristo y al Espíritu Santo quien mora en nosotros. De manera particular, reverenciamos en nuestro trabajo y en nuestras oraciones al Cristo del Calvario, desnudo y abandonado. Expresamos este amor al servir personalmente a sus pobres y abandonados.

B. De la Palabra de Dios

Por Jesús Dios nos ha amado primero – 1 Juan 4:7-19  

¡Jesús se entregó completamente por nosotros – y así nos salvó!  — Marcos 15:1-39

Por amor Jesús se hizo obediente hasta la muerte en la cruz – Filipenses 2:6-11

Sus verdaderos amigos y discípulos lo aman hasta el final – Juan 19:25-27, 38-42

C. Del P. Tomás Agustín Judge, C.M.

1. Retiro Conferencia a los Primeros Miembros del Cenáculo, 6 agosto 1915.

            “Carguen con mi yugo y aprendan de mí que soy paciente y humilde de corazón” (Mateo 11, 29). Nuestra relación con nuestro Bendito Salvador y lo que pensamos de Él debe ser muy personal. Es decir, debemos imaginarnos a nuestro Señor como una persona real y no como una abstracción. Desde luego que no lo hacemos, pero no obstante, creo que algunas veces no ponemos suficiente interés en nuestras relaciones con Dios. Es asunto de llegar a lo personal.

Traten de proporcionarle a nuestro Señor una relación íntima en su corazón. Entonces, sus principios no serán abstracciones, no serán meras reglas de conducta desprovistas de afecto. Cuando Él dijo: “Aprendan de Mí que soy paciente y humilde de corazón” impartió a estas palabras un poder vigorizante, reside en ellas el poder de un modelo verdadero y viviente.

“Aprendan de Mí que soy paciente y humilde de corazón.” Debemos intentar seguir esas palabras. No olviden que nuestro Señor es un Maestro y que ésta es una lección suya. Ésta es una lección fuerte porque afecta el amor propio. Por eso es que somos crueles con nuestras propias almas. Por eso es que dejamos pasar grandes oportunidades de adquirir gracias. Por eso es que no nos convertimos en santos. No queremos ceder. No queremos darnos por vencidos. No vamos a permitirle al Dios Todopoderoso que elimine de nuestras vidas ese depósito horrible. Sin embargo, si sentimos ese amor personal por nuestro Señor, no nos será difícil, porque tendremos el modelo tan cerca de nosotros que nos ha de ayudar.

Podemos trazar esto a la palabra misma de Dios: que sólo la persona humilde es agradable a Dios . . . Todos ustedes quieren llegar a ser la delicia de Dios, pero no lo pueden hacer si no son humildes, porque dice nuestro Señor que Él resiste al orgulloso. Dios odia a esas personas, se opone a ellas. ¿No son estas palabras espantosas? “Dios resiste a los orgullosos” (Santiago 4, 6). Piensen en Dios oponiéndose a alguien. ¿No es ese pensamiento mismo una condición terrible? Eso es lo que sucede con los que son autosuficientes.

¿Quiénes son los orgullosos? Los que sienten un amor excesivo para consigo mismos, los que se estiman por encima de los demás. Todo lo que podemos decir que nos pertenece son nuestras horribles inclinaciones, eso es todo. La humildad consiste en darnos cuenta a cabalidad de nuestra relación con Dios y, que no importa lo que tengamos, se lo debemos a la gracia de Dios. El orgullo se manifiesta, no sólo en la intolerancia en el pensar, sino también en la intolerancia en nuestras acciones. Fíjate en lo que le sucedió a Lucifer y a todos aquellos ángeles inteligentes como resultado del pecado del orgullo. Ese fue el único pecado que cometieron y por ello Dios los condenó al infierno por toda la eternidad. Recordemos esta verdad, que Dios aborrece a ese tipo de persona, que Dios hará que sus proyectos caigan y se derrumben.

“Dios concede la gracia a los humildes” (Santiago 4, 6), a los que piensan que no sirven para gran cosa. Dios concede su gracia a los humildes, a los pequeños, a los que se creen poca cosa. Si quieren que Dios tenga una buena opinión de ustedes, si quieren estar cerca de su Sagrado Corazón, deben parecerse a ese Sagrado Corazón. “Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón.”  [MF  8357]

2. Constitución original (1928) de los Siervos Misioneros, Artículo 6; Retiro Conferencia a los primeros seguidores, 18 febrero 1917; Carta al Obispo Toolen, (8 enero 1931)

                      Una vida apostólica significa progreso en la virtud del sacrificio propio, y para que los Siervos Misioneros puedan poner a Jesús y a su iglesia en primer término, ellos deben librarse de toda clase de intereses propios; por lo tanto, deben de tener siempre en mente que “Así los que vivimos, constantemente somos entregados a la muerte por causa de Jesús para que la vida de Jesús llegue a manifestarse en nuestro cuerpo mortal.”(2 Cor.4, 11) Por lo tanto, para ayudarlos y sostenerlos en esto:

a) Ellos deben de sentir afecto, en sus oraciones y en sus trabajos, al Cristo agonizante, el Cristo de Getsemaní y el calvario.

b) Ellos deben de esforzarse por desarrollar un espíritu que se nutra en la Cruz y que les recuerde Getsemaní y el calvario.

c) Ellos deben de rezar al Espíritu Santo para que les conceda sus Dones frutos, especialmente Sabiduría y Fortaleza [MF 14295].

                      El Cenáculo les pide un espíritu de sacrificio. Ustedes deben de ser conocidos como hombres y mujeres sacrificados. En otras palabras, deben tener esa virtud tan adentro que ni un murmullo ni una queja debe de salir de sus labios, no importa lo que suceda. Ese deseo de que se rectifique, de que se les trate con consideración (debe estar completamente ausente) Mientras más pobre seas de espíritu más será lo que poseas en el Reino del Cielo. “Felices los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.” (Mt 5:3) Renuncia a todo por amor a Cristo. Es fuerte, requiere oraciones. La oración lo ha de conseguir para ti, el espíritu de sacrificio, el espíritu de mortificación, el espíritu de sufrimiento. Yo sé algo de sufrimiento. Yo conozco almas que viven día tras día sin quejarse por amor a CristoSe les insulta, se desconfía de ellos, se les descuida y no se quejan por amor a Cristo. Sé una de esas almas [MF 10784].

                      Reflexiona, piensa en el esfuerzo misionero en sitios endurecidos y difíciles, ya sea en el extranjero o en este país.  ¿Pueden suponer a misioneros no poniendo su confianza en Dios y sacrificándose? Los capítulos más gloriosos de comunidades religiosas son los capítulos en los cuales los misioneros fueron a sitios en donde parecía que no había esperanza. Los Siervos Misioneros  irán con gusto a territorios en donde las necesidades espirituales de la gente no pueden ser atendidas por la falta de sacerdotes o por la falta de fondos que los mantengan. [MF 1668]

Quinto Día

El Poder Transformador del Espíritu

Es el Espíritu que descendió a Jesús en el bautismo. Es el Espíritu que condujo a Jesús al desierto para ser probado y purificado. Es el Espíritu que actúa en Jesús al realizar su misión mesiánica, predicando la buena nueva a los pobres, sanando los enfermos, liberando los prisioneros, devolviendo la vista a los ciegos. Es el Espíritu que Jesús exhala sobre la Iglesia y el mundo al exhalar su vida desde la cruz. Es el Espíritu que desciende con poder sobre la Iglesia en Pentecostés, que anima y fortalece la Iglesia primitiva, enviando los primeros apóstoles a misión, misión que eventualmente se extenderá a todas las naciones.

Tomamos este día para contemplar al Espíritu Santo, rogarle que esté en nosotros y con nosotros, anhelamos atraer su fuego con nuestra ferviente oración y deseo. Este es el Espíritu de Poder, Señor y Dador de Vida que se nos ha dado como individuos, pueblo y comunidad.

La Gracia Que Pedimos: Un deseo a atraer al Espíritu Santo a nosotros y a todo la humanidad.

Material de Reflexión

A. De La Regla de Vida

      11. Hemos de hacer que otros conozcan y amen más al Espíritu Santo. En las continuas oraciones de nuestros Cenáculos, buscamos atraer al Espíritu Santo para que nuestros corazones se enciendan con el amor de Dios y poder propagar este fuego a otros. Pedimos que se nos otorguen los dones del Espíritu, ante todo sabiduría y fortaleza.

B. De la Palabra de Dios

Jesús nos viene por el Espíritu – Lucas 24:13-35

El Espíritu nos da fuerza en nuestras debilidades – Romanos 8:26-27

Perseverar en oración atrae el Espíritu – Lucas 11:9-13

Los frutos del Espíritu – Gálatas 5:22-26

C. De los Escritos del P. Tomás Agustín Judge, C.M.

1. Conferencia a la Familia del Cenáculo Reunión de Pentecostés, 31 mayo 1924.

            A lo largo del Evangelio nos encontramos a nuestro Señor empleando las almas como instrumentos para hacer el bien. El gran misterio de la Encarnación, comienzo de su vida en este mundo, atestigua sobre el hecho de que un intermediario humano puede participar en una obra divina. Entiéndase que es la voluntad del Señor que este fuego se extienda y que se propague a través de ustedes y que ustedes puedan dar gracias a Dios por haberlos escogido. Sin duda alguna esto debe hacerlos sentir un gozo santo y un inmenso placer al pensar que ustedes han sido escogidos por el Todopoderoso, que su Espíritu Santo ha de arder en el interior de ustedes en beneficio de otros y que ese Espíritu se comunicará a otros a través de ustedes.

            ¿Cómo ha de lograrse esto? Ustedes deberán ser la inspiración para otros en cuanto a este espíritu del Cenáculo Misionero. No hay ningún problema con extender . . . el espíritu del Cenáculo. El único problema es preservar en el corazón de ustedes el espíritu del Cenáculo. El programa y los métodos del Cenáculo están ya establecidos, ustedes ya tienen sus reglas, (desempeñan) las obras diversas: El gran problema es éste: estar en armonía con el espíritu del Cenáculo.

            ¿Qué es el espíritu del Cenáculo? ¿Cuál es el espíritu de nuestro Señor? ¿Qué es el espíritu apostólico? ¿Qué es el espíritu misionero? ¿Qué es esta fe que obra a través de la caridad? Es el espíritu. Ese es el espíritu del Cenáculo. No es ningún espíritu que se haya inventado en los tiempos modernos. No es un espíritu que se ha producido mediante métodos nuevos de eficacia. Es el espíritu del evangelio. Es la caridad ardiendo al máximo. Es el aliento del Espíritu Santo. Es el dulce aroma de Jesucristo . . . Esta es la vocación de ustedes. Ante todo, ustedes han sido llamados a incorporar ese espíritu en sus propias vidas para que sus corazones ardan en Él y después han de propagarlo, esa es la misión de ustedes, propagarlo, esa es su misión.

            El espíritu del Cenáculo procedió del Espíritu Santo. ¿No es esto algo hermoso? Cuando, con pureza de intención y sin ningún otro propósito que el pensamiento de Dios, celo por la religión y por sus intereses, amor a la Iglesia y el deseo de hacer algo por las almas, cuando yo afirmo que somos impulsados e inspirados, cuando eliminamos lo personal hasta donde podemos, cuando nos ponemos en presencia de Dios y acudimos al Espíritu Santo, cuando todo eso sucede como sucede ahora durante la semana de Pentecostés, en la víspera del domingo de la Trinidad, yo quiero creer que es Dios que nos bendice. Veo la mano de Dios que escribe en la pared favoreciéndonos. Yo veo la bondad de Dios al agruparnos juntos, entiendo que Él quiere bendecirnos, que quiere utilizarnos…

            Este es el ejercicio de Pentecostés más agradable. La liturgia de la Iglesia está repleta de oraciones al Espíritu Santo y tenemos aquí una agrupación que ha tenido una devoción especial al Espíritu Santo por años y años y que está dedicada a propagar esa devoción y que es conocida en la Iglesia . . . como el Cenáculo Misionero. Tenemos, pues, razón para creer que el Espíritu Santo desea bendecirnos. Esa bendición ha de ser nuestra si mantenemos el celo por el espíritu del Cenáculo. [MF 8478_79].

  1. Carta a Amy Kain, Maysville, Kentucky, Domingo de la Trinidad, 1926; Conferencia al Cenáculo Misionero Exterior, 17 abril 1921; Conferencia de apertura, Retiro Siervos Misioneros, 21 agosto 1930

                      Se nos pide que hagamos mucho para difundir la devoción al Dios Trino y, en forma especial, a la persona invisible, la tercera persona de la Bendita y Adorable Trinidad. La devoción al Espíritu Santo que es pronunciada y particular, es sencillamente una gracia y parece ser una gracia no muy común . . . una gracia no convencional. Me viene el pensamiento que si ustedes oran más por adquirir esta gracia y hacen todo lo que puedan para desarrollarla, el Dios Trino los utilizará para propagar el conocimiento del dulce y adorable Espíritu de Dios.

                      ¡Qué triste es pensar que son tan pocos los que le sirven o los que están interesados! Cuán pocos son los que les importan o les interesan sus gracias y sus frutos. Son muchas las cosas que pueden hacer . . . Consideren, por ejemplo, todos los buenos y sagrados fines de la Liga del Espíritu Santo:

                      1. Promover la devoción al Espíritu Santo.

                      2. Fomentar vocaciones para la vida sacerdotal y la vida religiosa.

                      3. Propagar la fe y convertir a los pecadores.

                      4. Hacer trabajo misionero, especialmente en el Sur.

                      ¿Por qué el Espíritu Santo es tan poco conocido? Es porque el Espíritu Santo no es el guía del consejo de los hombres ni tampoco timonea sus corazones. ¿Por qué hay tanto conflicto? No maldigas o clames contra éste o aquél; contra este político o el otro. Abunda tanta maldad porque el espíritu maligno está activo y el espíritu maligno está activo porque muchos han desterrado al Espíritu del bien. Nuestra vocación es atraer el Espíritu Santo. Nuestra vocación es llevar el Espíritu al corazón de los (hombres) (2).

                       ¿No profesamos el espíritu apostólico? ¿No nos atrae el espíritu de los Apóstoles? Quizás desde lejos. Quizás seguimos los pasos de los Apóstoles de una manera imperfecta. ¿Hemos llegado aquí y quién nos ha traído, si no es el mismo Espíritu que llevó a Jesús al desierto? “Nadie”, dice el Apóstol, “puede decir, Jesús es el Señor si no está guiado por el Espíritu Santo” (1 Corintios 12, 3). ¿Por qué nos encontramos aquí? ¿Cómo, pues, estamos aquí si no es por obra del Espíritu Santo?

                      Según avanza el año surgen problemas y es necesario contar con las bendiciones de Dios. Esto sólo lo hemos de obtener en el Espíritu de Dios. Reconoce esto como una verdad fundamental, estás aquí por obra del Espíritu Santo. Hemos sido elevados en una forma tan maravillosa como lo fue Habacuc, sino por los cabellos, por lo menos atraídos . . . a la soledad. El mismo Espíritu que encontró a Jesús en el desierto es la causa eficaz de que nos encontremos nosotros aquí. Yo puedo dar mis razones para no estar aquí y creo que ustedes también lo pueden hacer. Podemos decir, “Señor, aquí estamos”— para que podamos atraer al Espíritu de Dios, para que se escuche nuestro Veni Sancte Spiritus, para enternecer las almas, para que alcance hasta el cielo. Que el Espíritu venga a nosotros. Incitemos en nosotros la devoción al Espíritu Santo [MF 8686-88].

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Sexto Día

El Espíritu de la Misericordia y de la Compasión

Jesús entro en la soledad del desierto consciente de su vocación y misión. Allí llegó a una conciencia más profunda del amor del Padre, como era Él verdaderamente, el Hijo amado. Allí el Espíritu continuó instruyendo y guiándolo en su humanidad, cómo ser el Ungido de Dios, el Siervo Sufriente por causa de toda la creación. En la soledad del desierto Jesús confrontó también los demonios, las fuerzas del mal que intentarían distraerlo, incluso desvirarlo de su obra salvadora. Él conoció sus nombres y enfrentó específicamente sus engaños, venciéndolos por el poder de la Palabra.

Cubiertos por el amor incondicional y misericordioso del Padre, con Jesús en el desierto, nosotros también enfrentamos los demonios que en el pasado o presente nos han asaltado y perturbado. Como Jesús –– y por el poder de su Palabra y Espíritu –– nosotros también podemos debilitar y vencer esos demonios para que no nos aflijan más.

La Gracia Que Pedimos: Con la ayuda del Sacramento de la Penitencia, a reconocer y rechazar por Su poder, los demonios que me han asaltado y perturbado.

Material de Reflexión

A. De la Regla de Vida

      16. Debido a que necesitamos por nuestra fragilidad humana de la misericordia de Dios,  hemos de frecuentar el Sacramento de la Penitencia en busca de reconciliación y sanación. A través de la experiencia del perdón sacramental, aprendemos a sentir más piedad y compasión hacia los demás.

B. De la Palabra de Dios

La fuerza del pecado dentro de nosotros  – Romanos 7:14-25

Recurriendo con frecuencia al Sacramento de la Penitencia – Lucas 15:10-32

Creciendo en misericordia y compasión hacia los demás – Juan 8:2-11

El amor al principio – Apocalipsis 2:1-4

C. De los Escritos del P. Tomás Agustín Judge, C.M.

1. Conferencia a los Siervos Misioneros, febrero 1922

            “Jesús entonces regresó con ellos, llegando a Nazaret. En adelante siguió obedeciéndoles” (Lucas 2, 51). Nos encontramos, justo en estos momentos, entre dos temporadas. El tiempo navideño se aproxima a su final y la época de Cuaresma todavía no se asoma, está lejana. La liturgia de la Iglesia que presenta ante nosotros la infancia de nuestro divino salvador y su niñez, ha vuelto esas páginas navideñas hacia el pasado, sin tampoco introducirnos todavía a la vida pública de nuestro querido Señor. En estos momentos conmemoramos la vida oculta de nuestro querido Salvador.

            La vida oculta de nuestro querido Salvador nos enseña muchas lecciones saludables, pero ninguna de ellas tiene más valor que la que nos indica que hay momentos en que no debemos frecuentar los lugares de bullicio de los hombres. La privacidad no es difícil de agenciar y es necesaria para poder reflexionar. Es necesario reflexionar para avanzar en la perfección. El Señor nos permite, con gentileza, que lo acompañemos en su vida oculta. Podemos retirarnos a la soledad para orar, dedicarnos a la tarea de introspección o adorar a Jesús e imitarlo en su vida oculta. Esto le agradaría enormemente.

            La Navidad se ha ido con sus campanadas de alegría y júbilo. Sería conveniente en este momento, revisar cualquier inspiración o resolución que hubiéramos hecho entonces. Sería también conveniente anticipar los largos días penitenciales, cuya sombra pronto se acercará. Estamos entre temporadas, con nuestro Señor en su vida oculta y muchas serán las ofrendas que le haremos llegar de forma escondida. Ninguna obra que emprendamos nos causará más satisfacción y redundará en mayor provecho para nuestras almas que el purgarnos de todo lo que pueda disgustarle y comenzar seriamente la tarea de lograr más perfección.

            Si solamente pusiéramos en práctica el autoexamen de que hablamos arriba, si en el espíritu de oración le imploramos al Espíritu Santo que nos haga descubrir aquello en que no damos el grado, eso sería una gran ayuda en la tarea de purificarnos y de avanzar en la obra de nuestra santificación. Debemos tener siempre presente esta doble faceta del proceso espiritual y comprometernos con empeño a seguirlo. . .

            Es muy lógico, ciertamente, que el que desea un fin también desea los medios hacia ese fin. Todos desean llegar a la bendita meta (de la perfección) y, si fuéramos sinceros, desearíamos, con el mismo ardor, los medios para lograr ese fin. Los medios, como saben ustedes, son los ejercicios piadosos de todos los días, la obra, la aplicación piadosa de nosotros a la oración y a nuestras devociones, a la vivencia fiel y generosa de las prácticas del Cenáculo y, sobre todo, el compromiso de mantener siempre un amor particular a nuestro querido Señor, y de esforzarnos más y más para que ese amor sea más personal . . . de manera que todo pensamiento nuestro, palabra o acción sea para Él y contribuya a su gloria y honor . . .

            Corrijamos faltas viejas, malos hábitos viejos y siempre avancemos en la perfección . . . O Jesús, María y José muéstrennos la santa dulzura de estar solos. Concédannos, en ocasión, la gracia de alejarnos, en oración, de la multitud superficial. Que nuestros corazones se unan a los suyos y que sea nuestra bendición, realizar muchas cosas desapercibidamente solamente por ustedes y por el mundo [MF 673-4].

2. Retiro Conferencia a los Siervos Misioneros, 24 agosto 1921

            Nuestro Señor vino al mundo para enseñar y para tener toda clase de experiencias humanas como  nosotros, exceptuando el pecado. Encontró que en el corazón humano hay ciertas cuerdas, ciertos gustos y aversiones, necesidad de compasión. El experimentó todos estos goces y sufrimientos, solo el conocimiento de pecados cometidos le era desconocido. Sentía la necesidad de compasión.  Buscó ayuda en la hora de pruebas. Encontró que hay ciertos sufrimientos en el corazón humano, que, a menos que no se exterioricen, matan al hombre.

            Así pues, para darnos un consuelo sacramental, Jesús estableció el sacramento de la Penitencia. Cuán hondo en su corazón tuvo que llegar Jesús para instituir el sacramento de paz y consuelo que solamente la confesión puede traer. ¡Los beneficios, los provechosos efectos de la salvación! ¡El consuelo de la confesión! El penitente entra a ella desventurado, maldito y sale bendecido.

            ¿Qué sucede? El tiempo es muy corto para un cambio tan grande. El penitente se arrodilla y dice: “Bendígame, Padre, porque he pecado.” Entonces cuenta la historia de su vida desde su última confesión. Luego viene el acto de contrición. Luego el sacerdote alza la mano sobre la cabeza del pecador y dice algunas palabras, algo maravilloso ocurre, más maravilloso que la salida del sol. “Tus pecados te quedan perdonados.”  (Mt 9, 2)  Y la  persona sale dispuesta a no pecar más.

            Fuera de la Iglesia la muerte es insoportable, las enfermedades son odiosas. Se maravillan en la muerte de un católico, pero nosotros sentimos consuelo en nuestra muerte porque sabemos de esas palabras: “Todo lo que desates en la tierra  será desatado en el cielo” (Mt 16, 19)  El poder de soltar, de desatar, de liberar los pecados es algo maravilloso. El sacerdote tiene  el poder de perdonar los pecados como lo tiene Jesús, pero con esta diferencia: Jesús tiene el poder en él mismo, el sacerdote es solo un delegado. Los efectos son los mismos.

            Piensa en los tormentos que Jesús tuvo que sufrir para que nosotros pudiéramos tener el Sacramento de la Penitencia. Nos preocupa el examen de conciencia. Debemos de pensar en lo bueno que es Jesús al darnos esta oportunidad. ¿Cuántos de nosotros realmente damos a  Jesús por permitirnos ir  a confesarnos en el Sacramento de la Penitencia? Cuando vas a confesarte recibes gracias infinitas  que hacen el alma más agradable a Dios. Adquirimos gracias a través de la oración y de los Sacramentos. Mientras más gracias recibimos más estamos cooperando con la voluntad del cielo. Así, más gracias recibimos, más estamos cooperando en la voluntad del cielo. Así pues, debemos estar hambrientos por recibir gracias [MF 12337-38].

En este sexto día te recomendamos con sencillez de espíritu hacer un Examen de tu vida y presentar a Dios que necesita ser transformado

Materia Adicional

Regla de Vida #16: Nuestra Fragilidad, Fuente de Compasión

La palabra castellana de misericordia proviene de dos palabras diferentes en el hebreo.   La primera es rajamim. Quiere decir un sentimiento, casi físico, que una persona experimenta por otra: la madre por el hijo dentro de su vientre (1 Reyes 3,26), un hermano por sus hermanos  (Gén 43,30), Dios por su amado y recalcitrante Israel (Jer 31,20).  La segunda es  jesed, el resultado de una alianza sagrada que une a dos seres humanos. Jesed está al nivel de compromiso completo, una bondad consciente y voluntaria, una respuesta a un deber interior. La misericordia implica una ternura visceral y apasionante de parte de Dios hacia nosotros y su promesa inquebrantable de fidelidad radical hacia cada uno de nosotros y hacia la creación. Sobre esto confiamos en nuestra miseria y fragilidad humana.

La vida entera de Jesús fue un llamado al arrepentimiento, a un cambio de corazón (Mc 1,15).  Vino a mostrarnos un Camino nuevo. Hasta sus discípulos más cercanos tenían enormes dificultades en aceptar o comprender este Camino (Mt 16,21-28; 17,22ss).  Exigía una nueva manera de ver la vida, a los demás, a la creación. Pidió conversión — en griego, metanoia. El Catecismo de la Iglesia Católica lo describe de esta manera:

Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar, a las obras exteriores….sino a la conversión de corazón, la penitencia interior.…La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia….El corazón del hombre es rudo y endurecido. Es preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo (ver Ezequiel 36,26ss).  La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios que hace volver a él nuestros corazones. . . . Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. (#1430-32)

Mirando la siguiente tabla de valores y sus opuestos, nos es fácil entender la confusión de los discípulos. Tanto a los judíos (un pueblo religioso) como a los griegos (un pueblo intelectual) les ofendió una enseñanza que contradice lo que llamamos el “sentido común” de las cosas  (Lc 2,25-35; Mt 26,31-35; 1 Cor 1,18-25)

Valores MundanosValores del EvangelioLa Palabra de Dios  
Fuerza, PoderDebilidad, impotencia1 Cor 1,18-25; 2 Cor 4,7-11; 11,30—12,10; Flp 3,7-11; Ef 1,15-23; 4,20ss; Heb 11,32-34
  Control, Voluntad  Entrega, obediencia  Mt 27,45-50; Mc 15,33-37; Lc 23,44-46; Jn 19,16-30; Rom 5,15-21; 6,15-23; Flp 2,1-11; Heb 5,7-10
  Reconocimiento, influencia, éxito  Menospreciados, rechazados  Mt 27,27-44; Mc 15,16-20; Lc 23,6-17; Salmo 22,1-22; Is 50,1-11
  Autosuficiencia, riquezas           Confianza, dependencia  Mt 6,24-34; 10,5-31; Lc 12,16-34; 18,18-30
  Propio interés  Interés de los demás, guiados por  el Espíritu Santo  Jn 21,15-19; Rom 8,14-17; Hechos 8,26-39; 10,9-33; 11,1-18; 13,1-3; 16,6-10
  Ser Adulto  Ser Niño  Mt 18,1-5; Mc 9,33-37; 10,13-16; Lc 9,46-48
  Jefe, Patrón  Empleado, siervo             Mt 23,1-36; Mc 10,35-45; Lc 11,37-54; Jn 13,1-16

Es sólo cuando nos damos cuenta de la realidad de nuestra fragilidad, que se nos abren los canales de la misericordia, la sanación, el perdón de Dios (Lc 18,9-14).  Como los primeros discípulos, nos hacemos agudamente conscientes de nuestras propias flaquezas y debilidades. Y, como ellos, nosotros también hemos fracasado, y, en ocasiones, terriblemente. Sin embargo, sólo después que estos discípulos habían traicionado y abandonado al Señor, experimentaron su perdón total. De ahí se hicieron canales de la misericordia, de la sanación, de la compasión de Dios para los demás  (Jn 20,19-23; Jn 21,15-19; Mc16, 14-20).  ¡Tal es nuestra esperanza!

Sugerencias para el Proceso de Reflexión

Primero, revisar tu propia vida a la luz de la tabla presentada. ¿Dónde te ubicas? Leer uno de los pasajes sugeridos que habla a tu experiencia personal o al momento de tu peregrinar espiritual.

Segundo, reflexionar sobre el contenido de la lectura. ¿Hay algo en particular que te llama la atención?  ¿Algo que no te quedó claro?  ¿Algo que te incomoda o te inquieta?  Meditando estos textos, reflexiona sobre tu propia experiencia. ¿Cómo ha logrado Dios esta transformación en tu vida? ¿Cuál ha sido tu experiencia de perdón, del Sacramento de la Reconciliación? Como te vas madurando, dándote cuenta de tu propia fragilidad y de la de los demás, ¿te encuentras más lleno de comprensión y compasión?

Tercero, hablar con Dios sobre lo que has leído, pensado, cuestionado, experimentado. Compartir con el Señor lo que impacta la mente o cala en el corazón al escuchar estos pasajes bíblicos. Se puede compartir con Dios de una gama de emociones: esperanza, gozo, consuelo, agradecimiento, coraje, tristeza, adoración. Lo importante es ser tan honesto como puedas en abrir el corazón a Dios.

Cuarto, sentarte en la paz y en la tranquilidad. A veces nos preocupamos tanto por la conversación con Dios, que no le damos oportunidad para la Palabra. Dios se comunica mejor en el silencio y en la tranquilidad. No tengas reserva en pasar tiempo en el silencio, y si te sobra, comienza el proceso de nuevo desde su inicio: leer, reflexionar, conversar, sentarte en  silencio.

Séptimo Día

Llamado a seguir a Jesús

Movido desde el desierto por el Espíritu, Jesús asume la misión encomendada a Él en su bautismo. Confiado en el amor del Padre, consciente de la presencia del Espíritu y la falsedad del maligno, el comienza la obra sagrada de proclamar y hacer presente el Reino de Dios. Esto es, un Reino de paz, una comunidad universal donde todos y todas se sienten acogidos como amados hijos e hijas del Padre.

Esta nueva comunidad no se ha de distinguir más que por la comunión intima de corazón con Dios y el prójimo, en el amor y el perdón. Ni el poder o el placer, ni el prestigio o las posesiones han de tener lugar en estas relaciones. Ellos vendrán de distintos estados de vida y procedencia: colaboradores romanos y patriotas judíos, humildes pescadores y formados escribas, mujeres tanto pobres como de familias prestigiosas.

Jesús les llamo a todos a seguirle, y lo hicieron: algunos continuaron su vida familiar en el hogar, otros les siguieron en su predicación itinerante, algunos incluso experimentaron un cambio radical por el solo encuentro con el o por el toque amoroso de su mano bendita. Pero todos tenían un lazo común que los unía: Jesús les había llamado y ellos escuchando el llamado se convirtieron en sus discípulos. Ellos se estaban convirtiendo en y haciendo una realidad a la vez, la nueva creación (Gálatas 6,15), el Reino de Dios.

La Gracia que pedimos: Escuchar la voz del Señor llamándome y responder en obediencia y amor en cualquier modo que Él quiera.

Material de Reflexión

A. De La Regla de Vida de los Siervos(as) Misioneros(as)

23. Cristo nos llama a seguirle con libertad de espíritu y a que participemos en su despojarse de sí mismo a favor de los demás (Flp 2,7). Él era célibe y pobre (Mt 8,20) y obediente hasta la muerte (Flp 2,8). Con libertad profesamos los votos de castidad, pobreza y obediencia, como una respuesta personal a Dios en fe, cuyo amor el Espíritu Santo ha derramado en nuestros corazones. (Rm 5,5)

24.  Nuestra profesión de vida religiosa nos une a la Iglesia y a su misterio de manera especial. La profesión de los votos, por la gracia del Espíritu Santo, nos congrega en comunidad para la misión apostólica. Nuestros votos han de ayudarnos a expresar un amor mutuo más generoso en comunidad. La vida comunitaria a su vez, ha de contribuir a una vivencia fiel de los votos.

     De La Regla de Vida del Apostolado del Cenáculo Misionero

23.  Buscamos imitar a Jesús, quien nos llama a seguirle con libertad de espíritu y a que,  como El, sacrificamos de nosotros mismos a favor de los demás. (Filipenses 2,7). En el Bautismo fuimos ungidos con el Espíritu Santo y unidos a Jesús en su misión de Sacerdote, Profeta y Rey. Nuestro acto de consagración es una afirmación de nuestra consagración bautismal y una respuesta personal a Dios, cuyo amor nos ha llamado al Apostolado del Cenáculo Misionero.

24.  Nuestro acto de consagración nos une a favor de la misión apostólica por la gracia del Espíritu Santo. Nuestra consagración promueve la expresión de un amor más generoso de uno a otro como comunidad.  La comunidad, a su vez, contribuye a una vivencia fiel de nuestro compromiso al Dios Trino y al Apostolado del Cenáculo Misionero.

B. De la Palabra de Dios

Un llamado que ha existido desde toda la eternidad – Jeremías 1:4-10

… a pesar de nuestra debilidad y sentido de indignidad – Éxodo 3:4-14, 4:10 -17

Este llamado es una opción de Dios y emana de Él libremente llevando su personal amor, misericordia y compasión  – Isaías 61:1-3

Ellos, a su vez, son enviados por Jesús como sus mensajeros de confianza y discípulos, para extender la misión y compartir en su gloria  – Lucas 10:1-12, 17-20

C.  De los escritos del Padre Thomas Agustín Judge, C.M.

  1. Carta a los Siervos Misioneros en Puerto Rico (agosto 28, 1932)

“Hagamos el bien sin desanimarnos, a su debido tiempo cosecharemos, siempre que seamos consecuentes” (Gálatas 6, 9). Que este pensamiento sea nuestro compromiso en este año. Lo más probable es que, como resultado, se nos colme de éxito y bendiciones. La herramienta que . . . el Espíritu Santo nos ha otorgado para conseguir este bendito éxito es la que sigue: “Mientras es tiempo hagamos el bien a todos, y especialmente a nuestros hermanos en la fe” (Gálatas 6,10).

Muy al caso nos preguntaremos: ¿Cómo vamos a trabajar para conseguir este bien? Yo diría que a través de la caridad fraterna. Sean tolerantes y tengan paciencia, vivan y dejen vivir. Que cada uno de ustedes se constituya en un guardián de la caridad, demuestre la fraternidad, pues ustedes, en verdad y esencialmente, pertenecen a la familia de la fe. Mantengan, por lo tanto entre ustedes, una fe constante y permanente. La caridad nunca está en peligro a menos que el yo la impida o la obstaculice. Mantengan la obra en el primer plano, no sea que la caridad se lesione. Que la causa de Dios sea el asunto más importante, que sea lo primero. Pongan la obra del Cenáculo en primer término y que el honor y la gloria de Dios sean siempre el propósito inmediato y el ulterior.

Yo confío en que ustedes habrán de convertirse en hombres y mujeres de calibre espiritual y de acción. Dios nos ha confiado una gran obra. Nos ha otorgado. . . un remedio para tantos males sociales y morales— convertir la juventud en espiritual y en católica. Si fracasamos, será porque hemos buscado nuestra propia satisfacción. Porque hemos estado interfiriendo, poco a poco, con los intereses de Dios y, al fin y al cabo, ¿qué sacaremos de ello? Sólo unas pocas miserables ventajas, y nuestra miseria mayor será que habremos fracasado ante la Iglesia y defraudado a nuestra juventud, al dejar de cumplir nuestro deber para con ella.

Se nos advierte que no debemos fallar en hacer el bien. Nos anima saber qué hemos de cosechar en grande. No hay duda que en el cumplimiento del deber hay tedio, pero también hay aburrimiento en el placer. Las personas más inquietas y más descontentas son las disolutas, las que sólo buscan el placer. Siempre andan en busca de nuevas formas de diversión. Necesitan nuevas emociones . . . y todo esto lo hacen sin recibir compensación alguna, sin habérseles prometido nada. Viven en sí mismas y para ellas mismas, dejando escapar así la promesa de morir en Dios. Ustedes por el contrario, al ser fieles y continuar en su propósito, vivirán en Dios y recibirán la promesa y la alegría prometida de que al morir, morirán en el Señor. Bien se puede decir del hermano que es fiel a su deber, fiel a su vocación, fiel a su espíritu y quien, aunque cumplir con su deber sea opresivo, oneroso y a veces aun monótono, ese hermano tendrá un día más satisfacción que la que puedan brindarle los placeres del mundo en los meses dedicados a la búsqueda de los placeres. . .

Lo mejor de todo esto es el supremo consuelo de que la fidelidad lleva a la bienaventuranza, y la bienaventuranza es el resultado de hacer el bien por lo cual, a su debido tiempo, se cosechará la recompensa que no ha de fallar [MF 2075-76].

2. Carta Conferencia a los Primeros Miembros Laicos del Cenáculo (enero 21, 1913)

            Teniendo en cuenta el mucho bien que han efectuado ustedes durante este año pasado, es un motivo de constante ansiedad para mí, que el demonio, enfurecido por las almas que ustedes están salvando, tiente a algunos para (que reduzcan sus esfuerzos) en una obra que han comenzado para Dios, un trabajo al cual fueron atraídos por el Espíritu Santo y, de esa manera, hacerle daño a la causa de Cristo. Dios deja sus intereses en manos nuestras. Él encomienda su causa a nuestro cuidado y, después de su gracia y de su Providencia, somos nosotros los que estamos llamados a hacerla prosperar. Nosotros somos sus instrumentos. Que Dios tenga a bien conceder, pues, que ningún alma se pierda debido a nuestra pereza o nuestra indiferencia . . .

            Es evidente que el Espíritu los ha favorecido y los ha bendecido mucho al llamarlos a llevar a cabo una obra tan agradable a la Santísima Trinidad. El porqué han sido ustedes favorecidos por encima de tantos otros que hubieran podido hacer mucho más por el Espíritu Santo es un misterio de amor a Dios que sólo su infinita sabiduría puede descifrar, pero esto sí lo sabemos, que Dios nos exigirá mucho por esta gracia de gracias. Él ha colocado almas bajo nuestro cuidado. Jesús entrega sus intereses a ustedes y el mismo Espíritu Santo se lo suplica.

            Nosotros no abrigamos esperanza alguna de hacer algo por Dios a menos que no tengamos su gracia. Debemos estar hambrientos por obtener más y más de esa gracia. Ahora bien, ¿cómo podemos obtener cada vez más esta abundancia gratuita de Dios? Primero, cooperando con las gracias que Él derrama sobre nosotros en tanta abundancia. Segundo, perseverando en el agradecimiento al Espíritu Santo por la lluvia constante de bendiciones que nos imparte y exigiéndole más. Tercero, siguiendo sus inspiraciones y estando siempre alerta, en espera de sus impulsos.

            A veces nos habla el Espíritu a través de los otros, a través de la naturaleza, la adversidad, un libro, un buen compañero. Cualquier cosa que nos atraiga, que nos guíe a los sacramentos, cualquier impulso que nos haga herir nuestro amor propio o nuestro necio orgullo demuestra claramente que el Espíritu Santo habita en nuestras almas.

            Algunas veces debemos efectuar actos formales de adoración al Espíritu Santo mediante alguna reverencia, alguna palabra que así lo manifieste. Debemos rezarle con frecuencia, aunque sólo sea mediante aspiraciones. Nosotros tenemos la costumbre de empezar nuestras cartas con una invocación pidiendo sus gracias: “Que la gracia y la paz del Espíritu Santo estén siempre con nosotros.” Esta es una práctica devota verdaderamente muy hermosa, saludar y presentarse uno al otro en la gracia y la paz del Espíritu Santo.

            Podemos ofrecer nuestro día al Espíritu Santo y cuando estemos llevando a cabo una visita misionera podemos pedirle que, si se rebela un sujeto, podamos calmarlo y ayudarlo a ver claro para poderle proporcionar la respuesta correcta. Que el Espíritu Santo de Dios los bendiga y los ilumine. [MF 3683-88].

3. Sermón: Primera Profesión de los Siervos Misioneros de la Santísima Trinidad (septiembre 8, 1932)

            Nuestro Señor es el maestro de la humanidad. Vino a enseñar . . . a los hombres cómo vivir y cómo morir de manera que pudieran obtener, de forma segura, la vida eterna. Les impartió una regla de vida — pero no como los Diez Mandamientos. Esta regla de vida, los mandamientos, están destinados a toda la humanidad, a todo hombre, mujer y niño en la creación de Dios. Todos vienen obligados a cumplir con la ley de Dios.

            Sin embargo, algunas personas no estaban satisfechas con sólo hacer lo que se les requería, como el joven del Evangelio quien dijo a nuestro Señor: “He guardado todos esos mandamientos, ¿qué más me falta?” (Mateo 19, 20). Nuestro Señor entonces le presentó una regla de vida más elevada: el seguimiento de los Consejos Evangélicos de Pobreza, Obediencia y Castidad. Desde los comienzos de la Iglesia, mujeres y hombres de corazón generoso, motivados por una gracia particular, por un impulso del Espíritu Santo y estimulados por la caridad . . . han seguido estos consejos.

            Después de algún tiempo algunos desearon una mayor estabilidad en la práctica de estos consejos . . . y la encontraron viviendo una vida solitaria, acudiendo a lugares donde no fueran distraídos, donde pudieran vaciar sus almas y decir con las palabras del Cantar de los Cantares: “Encontré al amado de mi alma” (Cantar de los Cantares 3, 4). Lo abrazaré, lo envolveré con mi amor y nunca lo dejaré ir. Mi amado se ha dado eternamente a mí y es justo que yo me dé a él. Jesús en mí y yo en él. Para encontrarlo se fueron a lugares desiertos, sitios solitarios, y luego, para edificación mutua y para ayudarse y recibir dirección, se agruparon en comunidades, y de ahí surgió toda esta gloria de la Iglesia, la vida religiosa como la conocemos hoy en día.

            ¿Qué es la vida religiosa? Es el triunfo más elevado de la Cruz de Jesucristo. Les digo que nuestro Señor no es poseedor de triunfo mayor que el adueñarse de los corazones de los hombres y mujeres que los depositan en el altar de Dios y exclaman: “O, Cristo, yo soy tuyo y tú eres mío. Tú mismo te has entregado, mi amor, hasta el límite, y yo te devuelto todo lo que tengo.”Este es el significado de la vida religiosa. O, qué manera de vivir es ésta. Es tan segura, tan llena de méritos . . . Transporta el paraíso a la tierra y proporciona tantas garantías de vida eterna. Aquellos que han hecho votos, han encontrado a su Amado y se han unido a Él. Lo han buscado, lo han encontrado y ahora pueden decir que, ya vivan o ya mueran, viven y mueren en Jesucristo. [MF 12273-74].

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Octavo Día

Llamados y Consagrados en Familia para la Misión

Al dejar Jesús la soledad del desierto para cumplir su misión mesiánica inmediatamente comienza a formar comunidad alrededor de Él. Entre las primeras acciones de su ministerio público, se encuentra el llamado por nombre de los primeros discípulos. Los invita a compartir íntimamente su misión, a seguirle, aprender de Él su camino, su verdad, compartir su vida. Esta es la Buena Noticia que, enviados de dos en dos, ellos compartirán gozosamente con otros.

Él se rodea de una nueva familia, una familia cuya vida junta se centra solamente en el cumplimiento de la voluntad del Padre: “Estos son mi madre, mis hermanos y hermanas. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mc 3,34-35). Ésta nueva familia es el comienzo, es el primer fruto del Reino glorioso de paz, unidad y comunión que Jesús desea para toda la humanidad y la creación entera.

Hoy contemplamos el lugar central que la comunidad y comunión tienen en la vida de Jesús, y nos regocijamos con Él, al compartir en una comunidad apostólica por medio de la Familia del Cenáculo Misionero. Estos frutos del Reino continúan haciéndose manifiestos en el presente a través del precioso don comunitario del amor y la bondad de Dios.

La Gracia Que Pedimos: Valorizar más profundamente el don de la Familia del Cenáculo Misionero.                       

Material de Reflexión

A. De La Regla de Vida de los Siervos(as) Misioneros(as)

2. Nosotros, los Siervos Misioneros de la Santísima Trinidad, un Instituto clerical de derecho pontificio y una rama de una misma familia apostólica, hemos sido llamados por Dios a ser misioneros en la Iglesia.   Tenemos una relación especial con las Hermanas Siervas Misioneras de la Santísima Trinidad.  Juntas, las ramas religiosas y laicas, formamos la Familia del Cenáculo Misionero.

 8. Hemos de convocar a todo hombre y mujer de espíritu apostólico, para que sean laicos asociados a la Familia del Cenáculo Misionero.  El espíritu de familia debe manifestarse a través de la consideración mutua entre los miembros de las ramas religiosas y laicas, y cuando sea factible, a través de la colaboración en obras apostólicas.  Es nuestra responsabilidad particular como miembros religiosos de esta familia, conservar el espíritu del cenáculo y ser el santuario donde se mantiene vivo este fuego.  El Padre Judge manifestó, que si se mantiene el espíritu auténtico y se transmite el espíritu originario, esta idea de familia engendrará los más hermosos frutos, para honor y gloria de Dios y para la edificación de la Iglesia

           De La Regla de Vida del Apostolado del Cenáculo Misionero

            2.   Nosotros, el Apostolado del Cenáculo Misionero (ACM), somos una asociación autónoma e internacional de fieles católicos, quienes hemos sido llamados por Dios para ser misioneros en la providencia de la vida diaria. Tenemos una relación especial con las Siervas Misioneras de la Santísima Trinidad, los Siervos Misioneros de la Santísima Trinidad, y el Instituto de la Beatísima Trinidad. Juntos formamos la Familia del Cenáculo Misionero.

8.  Hemos de convocar a hombres y mujeres de espíritu apostólico desde lo ordinario de la vida para que sean Asociados en el Apostolado del Cenáculo Misionero y animar a quienes se sientan llamados a ser miembros de las otras ramas de la Familia del Cenáculo Misionero. El espíritu de familia debe manifestarse a través de la consideración mutua entre los miembros de las ramas religiosas y laicas, y cuando sea posible, a través de la colaboración en obras apostólicas. Es nuestra responsabilidad particular, como misioneros seglares del Cenáculo, transmitir este espíritu del Cenáculo. El Padre Judge manifestó, que si se mantiene el espíritu auténtico y se transmite el espíritu original, esta idea de familia engendrará los más hermosos frutos, para honor y gloria de Dios y para la edificación de la Iglesia.

B. De la Palabra de Dios

Los discípulos son verdaderos hermanos y hermanas de Jesús – Lucas 8:19-21

La vida de la comunidad está fundada en comunión con Jesús – Juan 15:1-10

Ser apóstol es tener Jesús como verdadero amigo – Juan 15:11-17

La comunidad apostólica nos provee un apoyo esencial para la misión – Hechos 2:42-47

C.  De los escritos del P. Tomás Agustín Judge, C.M.

Conferencia a la Familia del Cenáculo Misionero Reunión de Pentecostés, de 31 mayo de 1924

Si de (estas meditaciones) solamente obtienen la idea, el deseo, el ardor, el entusiasmo de propagar ese espíritu del Cenáculo, entonces pueden considerarse bendecidos. Debemos protegernos de conceptos falsos y, a mi modo de ver, hay mucho engaño en cuanto a programas y horarios se refiere.

Conviene tener cierto orden, desde luego, pero ese orden no debe anteponerse al espíritu. Lo más importante es un corazón lleno del amor a Dios, un corazón ansioso de hacer mucho por Dios. Lo principal es un espíritu de sacrificio, y si tenemos eso lo tenemos todo. Si nos inunda esa pasión — “Quiero el espíritu del Cenáculo, quiero respirarlo, quiero propagarlo,” si tenemos eso, el Cenáculo crecerá a pasos agigantados.La misión del Cenáculo Misionero Interno es conservar ese espíritu del Cenáculo. El Cenáculo Misionero Interno es el santuario donde se mantiene ese fuego. Es deber de los superiores del Cenáculo Misionero Interno ocuparse de que ese fuego nunca se extinga . . .

Con la expansión surgen ciertas dificultades complejas y con la expansión aparece, muchas veces, un peligro que las amenaza. Cualquier expansión que frena ese espíritu está mal, cualquier desarrollo que perjudica el espíritu del Cenáculo no puede proceder de Dios. ¿Qué van a aportar a sus Asociados? Concédanle lo que es esencial, lo que necesitan, es decir, el espíritu del Cenáculo. Si tienen eso nada les va a entorpecer. Ninguna oposición les afectará. Perseverarán en el servicio de Dios. Encontrarán los recursos necesarios.

En pocas palabras, nuestro objetivo es aumentar nuestra propia devoción a la Santísima Trinidad y diseminarla, propagar la devoción al Espíritu Santo, exaltar el Santo Nombre de Jesús y todo lo que el Cenáculo Misionero representa, orar por los sacerdotes. Capten sólo esa idea y utilícenla en su meditación mañana en la mañana, que el bien más grande que logren por sus Asociados, el bien mayor que logren por el Cenáculo Misionero, por la Iglesia, por el Dios Trino es, que los corazones de ustedes se inflamen con el espíritu del Cenáculo y que comuniquen ese espíritu a los demás. Oren a nuestra Madre Bendita, pues ella quiere comunicarles ese espíritu. Oren también a los apóstoles para que, mediante su intervención, ese espíritu los inflame a todos.  [MF 8479-81].

2. Conferencia a los Siervos Misioneros, 10 de mayo de 1924.

                                                                                                                              Nuestro divino Señor ha prometido estar, de manera especial, en medio de aquellos que se reúnen en su Nombre (Mateo 18, 20). La oración es absolutamente necesaria. Orar los unos por los otros es otra señal del favor que el Cenáculo goza con Dios. Cualquier medio o cualquier agencia que impulse la oración, que la fomente o que la perpetúe, ha de ser una gracia trascendental. Soy de la opinión que una gracia tal lo es el espíritu de familia que existe entre los Cenáculos. Cuán deseosos debemos estar entonces, que esta agradable y saludable convivencia de hermanos unidos persevere. Para que se mantenga debemos pensar mucho y meditar sobre esta gracia, en lo necesaria que es y en las bendiciones que trae.

 Si este espíritu de familia entre los Cenáculos florece, habrá de convertirse en gran fuente de consuelo para las dos agrupaciones. Fortalecerá a todos para sobrellevar una gran parte de las contrariedades que es necesario enfrentar en el servicio de Dios y en la labor a favor de la Iglesia. Si el espíritu de familia florece entre nosotros, ustedes se convertirán en un respaldo mutuo y bendito los unos de los otros y, estarán mucho mejor condicionados para hacer el bien. La idea de la convivencia en familia es muy querida por Dios y por la Iglesia. Jamás existió en el mundo una forma de vida tan ideal como la que vivieron los primeros cristianos. Hoy tenemos en el Cenáculo una forma de vida parecida a esa, una manera muy avanzada de convivencia entre nosotros. Sería una pena y motivo de enorme tristeza que este modo de vida sufriera alguna interferencia o entrara en decadencia. Piensen en la fuerza mutua que pueden ser ustedes, los unos para los otros.  Piensen en lo que pueden hacer los unos para los otros. Esto puede ser un bien tan grande y tan importante que en verdad, yo espero y oro para que sus asuntos estén organizados de tal manera que tengan que depender los unos de los otros, que no puedan estar los unos sin los otros, que se den cuenta que se necesitan unos a otros.

Mis queridas Hermanas, dediquen entonces la ayuda de sus oraciones a (los sacerdotes) y a los Hermanos. Ellos deberán escalar alturas espirituales, tienen tentaciones que vencer, lograr la victoria sobre sí mismos. Todo esto se habrá de conseguir, en gran parte, a través de las oraciones de ustedes y de su caridad fraternal. Yo puedo decirles que los (sacerdotes) y Hermanos abrigan los mejores deseos para con las Hermanas. Yo sé que siempre están deseosos de ayudarlas con generosidad.

Es el deber sagrado de los superiores ocuparse de que esta convivencia saludable y agradable de unión entre hermanos continúe y que hagan todo lo que esté a su alcance para que siga produciendo frutos hermosos y agradables. Es también deber de los superiores hacer averiguaciones sobre el espíritu de familia en los Cenáculos cercanos de Hermanos y Hermanas, para percatarse del espíritu de familia, de si hay diferencias, resentimientos o injusticias que pueden hacerle daño y para proponerles lo que pudiera ayudar a vivir el espíritu de familia . . .

Es cierto que algunos abusos pueden destruir estas relaciones hermosas, en efecto, bastan dos o tres para lograrlo. Sin embargo, esto no sucederá si los superiores cumplen con su deber. Ustedes están deseosos de conocer lo que yo pienso sobre este asunto. Ustedes lo saben, pero para hacerlo más patente y para ayudar a esta santa tradición, declaro que yo reconozco lo que vale el espíritu de familia, de una familia laborando en la iglesia, de una familia que, con ardor, toma estas palabras de los labios de nuestro querido Señor, “Por eso vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28, 19). [MF 850-53].

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